martes, 30 de mayo de 2017

Ausencia

Odiaba mi trabajo. 

Tantas horas desde bien temprano hasta altas horas de la tarde, o a veces incluso hasta la noche. No había horarios. No reportaba, ni lo pagaban. Tirar la vida a cambio de esclavitud moderna. Aburrido y rutinario. Días rutinarios. Vida rutinaria...
Lo único que me hacía soportar estos días y la rutina era otro modo de rutina distinta, una especie de tradición que se llevaba celebrando años. Sólo tenía que llegar a casa y abrir la puerta...

... Y allí estaba él. Su saludo alegre, las piruetas imposibles, los alegres gemidos y jadeos de un pequeño ser peludo que me daban la bienvenida al hogar. Sólo con su mirada podía interpretar su lenguaje: "¿Dónde estabas?", "¿Por qué tardaste?", "¡Te echaba de menos!"

Merecía la pena soportar toda esa odiosa rutina, con tal de poder revivir cada día ese último ritual rutinario... y que extraña es ahora la soledad y la ausencia al abrir la puerta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario