Siempre tan puntual –pensé. Y como
siempre, hermosa. Desde que te vi la primera vez, bajando esa misma calle día
sí y día también. Si no era para ir a tus primeros días de colegio en primaria (con
tu pequeña mochila a la espalda, agarrada con todas tus fuerzas a la mano de tu
madre y esas dos pequeñas coletas que parecían dos pequeños manojos de perejil)
era para ir a jugar al parque que hay cerca de donde yo observo, o en la
Avenida situada a la izquierda de este parque, o a comprarte una napolitana en
el kiosko, después de llorarle un buen rato a tu padre para comprártelo. Lo
recuerdo como si fuese ayer…
Extraño era el día que no pasabas
delante de mí, y extrañado y preocupado me quedaba ante tal ausencia -¿Estarías
enferma? ¿O quizás te has ido de viaje con tu familia?- Pero siempre volvías a
aparecer, y siempre volvías a alegrarme mi corazón.
Acabaste primaria, y pasaste a estudiar
E.G.B. en el Colegio adyacente. Ibas creciendo, y ya no llevabas esas coletas
que tanta gracia me hacía. Tampoco ibas acompañada ya de tu madre, sino de tus
pequeños amigos. Y cada día más hermosa, y más mayor.
Luego al instituto, estudiar la
universidad fuera, donde siempre esperabas ese autobús delante de mí, y allí
detenidamente, te observaba, y veía en ti una mirada en parte triste por
abandonar tu tierra cada fin de semana, por otro alegre, porque tu vida
continuaba y buscabas tu futuro e ilusiones en los estudios. Y yo te miraba con
orgullo, y con mucho amor.
Pasaban los años y ya lo extraño era
verte, sabía que terminaste de estudiar, porque sé que eres lista e inteligente
(tu madre siempre lo comentaba cuando te llevaba al colegio con sus amigas).
Seguramente habrás formado una familia en una ciudad lejana, donde espero que
tengas un buen trabajo, una pareja que te quiera como te mereces, y deseando
que si tienes una hija se parezca mucho a ti, mi pequeña luchadora.
Y aunque no sea tu padre, en cierto
modo, así me siento, padre de todas las personas de esta tierra, porque he
visto poco a poco como toda la gente de esta pequeña ciudad ha ido creciendo,
formándose como personas, emigrando por trabajo en busca de más suerte en otros
lugares, o tristemente falleciendo. Mis retinas tienen a cada habitante de mi tierra
impregnadas por el resto de los tiempos, pero tú, pequeña y hermosa, siempre te
llevare en mi corazón.
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