lunes, 29 de mayo de 2017

Tiempo



Siempre tan puntual –pensé. Y como siempre, hermosa. Desde que te vi la primera vez, bajando esa misma calle día sí y día también. Si no era para ir a tus primeros días de colegio en primaria (con tu pequeña mochila a la espalda, agarrada con todas tus fuerzas a la mano de tu madre y esas dos pequeñas coletas que parecían dos pequeños manojos de perejil) era para ir a jugar al parque que hay cerca de donde yo observo, o en la Avenida situada a la izquierda de este parque, o a comprarte una napolitana en el kiosko, después de llorarle un buen rato a tu padre para comprártelo. Lo recuerdo como si fuese ayer…
Extraño era el día que no pasabas delante de mí, y extrañado y preocupado me quedaba ante tal ausencia -¿Estarías enferma? ¿O quizás te has ido de viaje con tu familia?- Pero siempre volvías a aparecer, y siempre volvías a alegrarme mi corazón.
Acabaste primaria, y pasaste a estudiar E.G.B. en el Colegio adyacente. Ibas creciendo, y ya no llevabas esas coletas que tanta gracia me hacía. Tampoco ibas acompañada ya de tu madre, sino de tus pequeños amigos. Y cada día más hermosa, y más mayor.
Luego al instituto, estudiar la universidad fuera, donde siempre esperabas ese autobús delante de mí, y allí detenidamente, te observaba, y veía en ti una mirada en parte triste por abandonar tu tierra cada fin de semana, por otro alegre, porque tu vida continuaba y buscabas tu futuro e ilusiones en los estudios. Y yo te miraba con orgullo, y con mucho amor.
Pasaban los años y ya lo extraño era verte, sabía que terminaste de estudiar, porque sé que eres lista e inteligente (tu madre siempre lo comentaba cuando te llevaba al colegio con sus amigas). Seguramente habrás formado una familia en una ciudad lejana, donde espero que tengas un buen trabajo, una pareja que te quiera como te mereces, y deseando que si tienes una hija se parezca mucho a ti, mi pequeña luchadora.
Y aunque no sea tu padre, en cierto modo, así me siento, padre de todas las personas de esta tierra, porque he visto poco a poco como toda la gente de esta pequeña ciudad ha ido creciendo, formándose como personas, emigrando por trabajo en busca de más suerte en otros lugares, o tristemente falleciendo. Mis retinas  tienen a cada habitante de mi tierra impregnadas por el resto de los tiempos, pero tú, pequeña y hermosa, siempre te llevare en mi corazón.





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